martes, diciembre 21, 2004

Patético bajo el claro de luna

Ayer me encontraba moribundo (casi) con una escandalosa fiebre y una desesperada meditación. No encontraba refugio ni consuelo con nada; ni ciprofloxacino, ni redoxón, ni naproxeno sódico, ni la muy recomendada salsa de taco árabe de Lajam lograban, siquiera, mediar mis dolores. Entonces intenté con la lectura, ¡claro!, un buen libro siempre es una tregua entre los nervios exasperados y la meditación moribunda; empecé con José de Espronceda... 10, 20 min. hasta topar con su poema "El reo de muerte":

Reclinado sobre el suelo
con lenta amarga agonía,
pensando en el triste día
que pronto amanecerá,
en silencio gime el reo
y el fatal momento espera
en que el sol por vez postrera
en su frente lucirá.
No muy recomendable para mi situación. Irremediablemente cambié de idea. Busqué algunas revistas y me encuentro en una de ellas con el nombre de "Carlos Fuentes", ahg! (no tengo un sólo libro de él) entonces me acordé que los comunistas torturaban a sus víctimas encerrándolas en un calabozo de 1 x 1 x 1 m. húmedo, obscuro y mal oliente y obligándolos a aprenderse de memoria cualquier obra de este señor (verdadero suplicio).
Por fin quise conciliar el sueño y tal vez con música lo podría lograr; escucho dos sonatas de Beethoven, la no. 8 en C mayor o "Patética" y la no. 14 en C sost. o "Luz de luna".
Patética significa, según el diccionario de bolsillo de García Márquez: (Del lat. pathetĭcus, y este del gr. παθητικός, que impresiona, sensible). 1. adj. Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía. 2.- Pasta comestible y untable hecha a base de carne o hígado, generalmente de cerdo criado en Costa Rica.
Luz de Luna: No encontré el significado tal cual, pero quiero suponer que no es el nombre de alguna bailarina exótica de algún sitio muy recomendado por nuestro buen amigo "Gogui".
Al escuchar la primera sonata me aumentaron la fiebre y los escalofríos, así como un vano recuerdo de una vana melancolía. Me sentía tal cual su título representaba, como el cerdo ya enterado de su próxima visita a la empacadora. Aún así escuché toda la obra con un aliento masoquista. Pero al escuchar la segunda sonata mi ánimo y semblante se serenaron, igual que aquel vano esplín, tornándose en fiebre de 29.6º Reaumur. Mi mente se apeó en Hella y así fui perdiendo la noción hasta el siguiente día.
Escribo ésto como fiel testigo del efecto curativo y sentimental que tiene la buena música, también hay que añadir que la bloggterapia es un buen recurso.

2 comentarios:

Tonto Simón dijo...

Estoy de acuerdo con ese tipo de terapias, pero... mi estimado duende... caería bien visitar algún médico entre capítulo y capítulo.

Sirena dijo...

¿cerdo criado en Costa Rica? ¡qué mal chiste!!! De veras.